¿Cómo fueron capaces?
¿QUÉ justificación se daba al comercio de esclavos?
Los historiadores señalan que hasta el siglo XVIII pocos cuestionaron lo ético
de la esclavitud. El libro The Rise and Fall of
Black Slavery (Ascenso y caída de la esclavitud negra) comenta: “Para
cuando Colón se topó con las Indias Occidentales, ni la Iglesia ni los escritos
que esta aceptaba habían indicado a los futuros pobladores que el empleo de
trabajadores forzados se considerara inmoral, si bien algunos eclesiásticos habían
mostrado sus recelos individuales. [...] No había señal alguna de que
el esclavismo, tan arraigado como estaba en la sociedad europea, hubiera de ser
puesto en tela de juicio”.
Cuando el tráfico trasatlántico estaba en su apogeo,
muchos clérigos trataron de legitimar la esclavitud con sus argumentos teológicos.
El libro American Slavery (Esclavitud americana) señala: “Los
pastores protestantes [de Estados Unidos] desempeñaron un papel primordial en
la defensa del esclavismo [...]. Es probable que el argumento más
difundido y aceptado fuera que la esclavitud formaba parte del plan de Dios de
exponer a los paganos a las bendiciones del cristianismo”.
Pero el trato que recibían los esclavos, con
frecuencia cruel y despiadado, exigía un pretexto más plausible que brindarles “las
bendiciones del cristianismo”. Por esta razón, los amos coloniales, así como
algunos escritores y filósofos europeos, se justificaron alegando que los
blancos eran distintos a los negros. Edward Long, hacendado que escribió la
obra History of Jamaica (Historia de Jamaica), comentó: “Si
reflexionamos en la naturaleza de estos hombres, y en su desemejanza con el
resto del género humano, ¿acaso no hemos de inferir que son de una especie
distinta?”. Las consecuencias de este razonamiento se ven claramente en las
palabras de cierto gobernador de Martinica: “He llegado al punto de persuadirme
de que hay que tratar a los negros como a bestias”.
Con el tiempo, el egoísmo económico y los desvelos
humanitarios propiciaron el fin del comercio trasatlántico de esclavos. Los
pueblos africanos se habían resistido desde el principio a la esclavización, y
a finales del siglo XVIII las rebeliones eran frecuentes. Los
propietarios, presa del miedo, se veían en una situación cada vez más precaria.
Llegaron a plantearse si, en vez de mantener esclavos, les tendría cuenta
contratar jornaleros.
Al mismo tiempo, en Europa y América iban cobrando
cada vez más aceptación los argumentos éticos, religiosos y humanitarios en
contra de la esclavitud. Los movimientos abolicionistas adquirieron vigor. A
pesar de que desde 1807 se había abolido legalmente el tráfico de esclavos
en muchos países, persistían las lacras de la esclavitud.
Una serie de televisión titulada The Africans:
A Triple Heritage (Los africanos: herencia triple) dio voz
lastimera a los hijos de África: “Mucho antes de que llegara la esclavitud, vivíamos
en [...] África. Luego vinieron extraños y nos llevaron lejos. Hoy vivimos
tan dispersos que el sol nunca se pone entre los descendientes de África”. La
presencia de millones de personas de origen africano en Norteamérica, Sudamérica,
el Caribe y Europa es una palpable consecuencia de la trata de esclavos.
Todavía se discute a quién hay que culpar por el
comercio trasatlántico de esclavos. Basil Davidson, especialista en historia
africana, dice en su libro Madre negra: “África y Europa
estuvieron conjuntamente envueltas”.
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